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viernes, 22 de abril de 2022

EL VESTIDO DE LA NOVIA



En martes ni te cases ni te embarques, debió pensar la novia, camino del juzgado para firmar su divorcio. Ni una sola nube en el cielo. Eso era cosa de Santa Clara, que era más clara que santa, seguro. Novia mojada, novia afortunada, siempre y cuando lleve algo azul, algo prestado y algo regalado. 


Blanca y radiante va la abogada del novio, mientras que su letrado de oficio intenta escurrir el bulto dentro de un descolorido traje Dustin. ¡Qué triste es todo desde el otro lado! Sin saber ni cómo, su cabeza se llenó de frases populares, frases hechas, que acudían al velatorio de su divorcio: El novio la espera en el altar, ella camina del brazo del padrino. ¡El velo, cuidado con el velo, te lo van a pisar! Es lo que tiene llevar velo y encima de cinco metros de largo. Los había más cortos, en realidad había de todas las medidas, incluso podría haber ido sin velo, pero para una vez que se casa una.


Ni siquiera recordaba dónde lo tenía, debía estar sepultado en el trastero, junto con la tabla de surf que Roberto se comprara, por puro capricho, durante la luna de miel. Él que no sabía ni nadar. En cuanto nos casemos, aprendo y me voy a pillar olas. Olas no sé, pero el paquete que nos metieron por facturar una tabla de surf tamaño "longboard", fue considerable. La tabla de surf en medio del caótico trastero le recordaba a su matrimonio. Un sinfín de objetos inservibles, de objetos que no llegaron a ser objetos, que no llegaron a cumplir su función. Un quiero y no puedo y una convivencia extenuante de continuos reproches, en la que las faltas de respeto eran algo habitual. La temida palabra siempre estuvo ahí, la llevaban escrita en la frente al salir de la iglesia y ser recibidos por una lluvia de pétalos y arroz. Pero hay palabras para las que una nunca está preparada, como la muerte. Y qué es el divorcio, sino la muerte en vida de una parte de ti.


Color blanco roto, corpiño de raso y silueta cuerpo sirena. Como sigas perdiendo peso, le vamos a tener que meter otra vez. Pero si no hago otra cosa que comer. Eso son los nervios, a todas las novias les pasa. Aquel vestido la había poseído, la había conducido al infierno, la había ahogado, había matado sus sueños. Cuanto más tiempo esperaba en aquel pasillo, en compañía de su abogado, que no hacía otra cosa que hablar por el móvil, más presencia cobraba aquel vestido, aquella pieza de corte clásico, caída perfecta, sencillo y elegante, para el día más especial. “Déjanos vestir tus sueños”, decía la portada de aquel catálogo que se coló en su buzón. Fue abrirlo y encontrarlo. O fue él quizá, el vestido, quien la encontró a ella. “Pide cita para hacer realidad tu sueño”, ponía más abajo. "Deslumbra en este día tan especial". Porque luego vendrá el batacazo.


Escote en V, mangas con encaje imperio, refinado y atemporal. En ese momento, se abre la puerta del juzgado de primera instancia y el abogado de la novia por fin guarda su móvil. Con la cara descompuesta, se dirige al juez y a la abogada de la otra parte: Su señoría, acabo de saber que mi representada ha sido encontrada sin vida esta misma mañana en su domicilio. Todo apunta a que se trata de un suicidio, debido a una ingesta de barbitúricos. Ha sido encontrada en su cama ya sin vida. Al parecer, llevaba puesto su vestido de boda.

1 comentario:

  1. Los famosos refranes que adivinan el futuro más que una echadora de cartas. Bello relato de lo que pasa cuando el vestido de novia queda en el pasado.

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