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viernes, 31 de julio de 2020

DIECIOCHO LUNAS DE ALBA


Naciste un día como hoy, desnuda, imponente. 
Colmando el aire de besos, de abrazos invisibles. 
Todos queríamos acunarte y tú reinabas grandiosa, 
regalando al mundo tu danza irresistible. 
No hizo falta oír tu llanto, para entender tu mensaje 
de amor, de gozo, de lluvia. Cambiaste tantas cosas, 
que luego vinieron de golpe, sin freno, a borbotones.
Tu pertinaz cansancio, justo antes de dormirte, 
tu baile, tus vaivenes, mecidas y achuchones. 
Tu condición inquieta, volátil e irascible
gritaba al mundo lo hermosa y sensible que eras. 
Llenabas los silencios con ruidos intangibles,
vaciabas los armarios, los cuadros, los altares. 
Recuerdo tus pestañas ruidosas, colosales, 
tu carne nacarada, tus bucles de sirena,
de emperatriz invicta, besada por el rayo. 
Los años afinaron tu cola de ballena
y hoy cumples dieciocho, creciste como un sueño.
Caminas de puntillas por calas tumultuosas,
por lunas tan enormes, por mundos tan pequeños.

sábado, 25 de julio de 2020

QUIENES NOS CUIDAN


https://www.facebook.com/aeccmalaga. 
Me gustaría dedicar esta entrada a los sanitarios y en especial, la labor que, en tiempos de cuarentena, realizan los trabajadores de la AECC (Asociación Española contra el Cáncer). A su trabajo diario con los pacientes, se suma su labor didáctica e informativa a través de vídeos, que por medio de plataformas como Facebook o Wasap, hacen llegar a sus pacientes y a todo aquel que lo necesita. Yo misma he tenido el privilegio de ser atendida personalmente por profesionales de esta Asociación como María Narváez, fisioterapeuta del Taller de prevención del linfedema.

Lo que hacen tiene un valor incalculable, ya que no abundan los especialistas con este nivel de preparación y experiencia, mientras que sí somos muchos y muchas los que necesitamos información veraz acerca de una patología como el cáncer (en todas sus variantes y estadíos), máxime cuando las novedades y los avances en investigación no dejan de producirse. Una enfermedad de la que se habla demasiado y no siempre de forma adecuada, precisa o correcta, y en un momento en que la desinformación, los bulos y las noticias falsas campan a sus anchas. Un ejemplo son las redes sociales, que abrigan a charlatanes, curanderos y seudo expertos de toda suerte y condición. 

Por eso, hoy más que nunca, debemos valorar la labor de los profesionales de la salud, que son quienes no hacen otra que dedicarse día a día a su trabajo y atender a sus pacientes, llevando a cabo una labor concienzuda de seguimiento e investigación. Quizá os sorprendería saber que muchos de ellos ni siquiera están al día en asuntos de política, y seguro que más de uno ni siquiera sabe a quién votar cuando llegan unas elecciones. Ni falta que les hace. Estas personas viven completamente volcadas y consagradas a sus pacientes, ofreciéndoles las mejores alternativas, recursos y soluciones. 

¿Pero tenemos la sanidad que nos merecemos?
Para empezar, es la política la que no está a la altura de la sanidad y los cuidados, un sector altamente invisibilizado (16 millones de personas trabajan 8 horas al día gratis). La mejor jornada laboral de un político no  se puede comparar con la de cualquier trabajador/a del ámbito de la salud. Poner una inyección, establecer un diagnóstico o lavar y cambiar la cama a un paciente es mucho más digno e importante que lo que hace cualquiera de nuestros políticos. No olvidemos que durante esta luctuosa pandemia, mientras los muertos se contaban por cientos cada día y permanecíamos confinados, una parte de la clase política se ha dedicado a hacer campaña, siendo incapaces de coordinarse y tender puentes para sacarnos del atolladero. 

Los sanitarios se enfrentan cada día a una labor titánica y extenuante, debido al colapso que vive nuestro sistema de salud, que hace que la agenda diaria de estos profesionales esté siempre hasta arriba, viéndose cada día obligados a hacer malabares para dar cabida y atender debidamente a sus pacientes, lo que aun así, no les impide proporcionar, en la mayoría de los casos, un trato personalizado, detallado y correcto, al tiempo que cumplen con los protocolos de turno, viéndose forzados a establecer criterios de prioridad. Este último punto, aunque implícito en la labor  misma del sanitario, puede llegar a ser altamente frustrante, cuando la lista de pacientes es interminable y las unidades de UCI, un número limitado de camas.

A menudo damos por sentado el sistema sanitario que tenemos, porque no conocemos otra cosa y porque estamos acostumbrados a llegar y topar, a entrar por la puerta de Urgencias y que nos tomen nota, a pedir cita para una consulta o para el especialista, a que nos receten cualquier medicamento que necesitamos, etc. Desde que tengo uso de razón, nos quejamos de las listas de espera y de la falta de camas. Sí, nuestro sistema sanitario está colapsado y lo va a seguir estando, porque para que no lo estuviese, tendríamos que cambiar muchas cosas, empezando por nosotros mismos. No nos engañemos, contratar a personal y hacer hospitales es caro, nuestro sistema sanitario es costoso. Señores, lo bueno es caro, hay que pagarlo y lo hacemos con nuestros impuestos. Nos acercamos al meollo del asunto, y es que el dinero ensucia y pervierte todo cuanto toca. Éste hace que el mundo gire, como decía Liza Minelli, pero los cuidados no pueden depender de la ganancia, el beneficio y la rentabilidad. Es decir, no podemos tratar al sector como a cualquier otro de ámbito comercial, sujeto a la oferta y la demanda o al libre mercado, porque NO ES LO MISMO VENDER MELONES, QUE SALVAR VIDAS. Cuando un sector como el sanitario se capitaliza, corre el riesgo de deshumanizarse, y éste y la educación deberían ser intocables, establecerse unos mínimos innegociables, inmunes a los altibajos y las crisis. Es más, es la economía la que tendría que estar al servicio de lo humano. A la vista está el desastroso resultado de la privatización y los recortes que se ha traducido en masificación y el 76% del personal sanitario contagiado y desbordado. 

Pero los pacientes también jugamos nuestra parte, también tenemos una responsabilidad, puesto que somos el otro cincuenta por ciento del engranaje. Puede que seamos nosotros los que a menudo, no estamos a la altura y hacemos mal uso de un Estado del bienestar que es referente mundial. Yo misma me he criado viendo en la puerta de los ambulatorios todos los días una cola de viejecitos que iban al médico para "echar la mañana". Y qué me decís del desprecio que muchos demuestran hacia la comida de los hospitales, los enseres y la ropa de cama de los propios hospitales. A mí me indigna y avergüenza la actitud de mucha gente, cómo se dirigen al al sanitario o al administrativo de turno. 

No sabemos lo que tenemos porque no nos hemos dado un paseo fuera de nuestras fronteras. Nuestro sistema de salud es un lujo, un modelo de progreso, de armonía y de solidaridad, y un ejemplo para muchos países, entre los que se encuentran poderosas potencias como EEUU, donde tan sólo los acaudalados pueden permitirse un seguro médico con una cobertura similar a la que tiene nuestro sistema de salud pública.

No nos olvidemos de marzo y abril. Nuestros sanitarios lograron revertir aquella curva terrible y siguen haciéndolo, nunca descansan, están cuando los necesitamos, son el sostén de nuestra sociedad, lo mejor que tenemos. Es hora de pasar del 'qué pueden hacer los demás por mí' al 'qué puedo hacer yo por los demás'. Seamos pacientes, amables, colaborativos. Puesto que el sistema sanitario también lo constituimos nosotros, hagamos buen uso de él. No ganamos nada con ir exigiendo, no lo paguemos con el personal, ellos demasiado tienen con lo que tienen.

Estemos a la altura, seamos agradecidos, vayamos siempre con una sonrisa y pensando en qué podemos aportar, cómo podemos facilitarles su labor o qué podemos hacer para molestar menos y aportar más. Nuestro sistema de salud es una orquesta maravillosa, un hermoso engranaje del que todos formamos parte. Hagamos de buen lubricante, cuidémoslo, mimémoslo, depende también de nosotros que funcione correctamente. 

Una vez hecha nuestra parte, quejémonos y exijamos a nuestros gobiernos  una economía de los cuidados a la altura de lo que la sanidad se merece, pues significaría que ya estaríamos preparados para vivir en un mundo con más consciencia y más humano.

viernes, 10 de julio de 2020

CAMBIANDO DE TERCIO


Toda la vida dando ejemplo de decoro, de pareja modélica, de saber estar. Un tándem familiar perfecto, un binomio de élite, castizo y acaudalado, que nos ha permitido ver a la tauromaquia codearse con las más altas esferas y compartir mantel, alfombra roja y corrida con acomodadas fortunas de distintos ámbitos: cultural, político, artístico, deportivo, empresarial, etc.

Él, torero purista (para los no entendidos, de los que no se arriman, vamos), sobrio, elegante, como su porte, su compostura, su cabellera engominada y, cuando no, tocada con una campestre boina (pero de Pedro Del Hierro, oiga). Ella, queda, discreta, una esfinge angelical. Devota, abnegada, siempre un paso por detrás y en un segundo plano, de no ser por su belleza clásica, refinada, la Rania de Jordania andaluza, la Preysler del mundo del toro, con su mirada seráfica y desangelada, que no logran ocultar las varias capas de maquillaje, siempre un tono o dos más claro que su piel. Presencia esperadísima en bodas. De bautizo en comunión y tiro porque me toca. Loada en mentideros, gacetas sociales, salones de peluquería. Depositaria de honrosos comentarios, como el discreto y no menos lamioso de algún periodista radiofónico: "boda de alto copete y ramillete de mujeres hermosas, donde la señora de Ponce destacó una vez más por su elegancia".

Tacón de raso, pamela y tafetán es el único uniforme que se le conoce. Siempre impecable, apropiada, correcta.  En casa, la perfecta anfitriona, en las fiestas, la perfecta invitada. No le costó demasiado -o quizá sí- reencarnar el papel de su vida (con permiso del de madre, claro): esposa de torero, imitado terriblemente por María José Campanario y otras susodichas. Cuántas veces habremos oído la frase: "su esposa, Paloma Cuevas, no se ha apartado de su lado", acompañado de un "los toreros están hechos de otra pasta" -a Anne Igartiburu se le ha debido caer un santón de su mesita-. ¡Ay! Y es que hasta para separarse siempre ha habido clases, o al menos se intenta. Porque ahora resulta que se divorcian y parece ser que ya llevaban dos años "haciendo vidas separadas" (qué bonita expresión). Vamos, aparentando que estaban juntos sin estarlo o guardando las apariencias, según se mire (otra frase impagable). Vamos, que el matador se ha puesto el pito por montera y se ha liado con una jovencita.

Motivo por el cual tenemos al diestro -que vergüenza torera tiene un rato, puesto que es torero- por las televisiones desgañitándose y aclarando que "no ha habido terceras personas" (otra frase bonita, mira por donde), como si con eso pudiese borrar el hecho de que se ha liado con una cría de 20 años, que resulta ser una aficionada al toro, tiene un caballo que se llama 'Torero' y un Instagram repleto de posados, a través del cual seguía a Ponce y a otros toreros. Vamos, una seguidora que podría ser su hija (otra frase bonita). Pues bien, tras este patético intento de salvar la honra, el diestro ha asegurado que está muy ilusionado y que la relación va en serio. Pero sobre todo, dejar claro que "no ha habido terceras personas". Eso es de gente bajuna, oiga.

En fin, tanto desvelo, tantas velas a San Timoteo, tantas cenas, tanto maquillaje, tanto tafetán… para un escarnio social tan zafio y bochornoso.

Menos mal que siempre nos quedarán Alaska y Mario.

EL DÍA DESPUÉS

Se despertó de la siesta y se liberó de las garras de su sillón-relax. Una fuerza irracional le condujo hacia la nevera, que no solía fallar...