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domingo, 31 de diciembre de 2023

QUE NOS ATROPELLE UN TREN



Cambiar el mundo es muy difícil porque el cambio ha de empezar por nosotros mismos. Basta que hagamos o dejemos de hacer lo que la mayoría de la gente hace, para que nos atropelle un tren. Y si te parece exagerado, prueba con algo muy sencillo, vístete de forma original. Sí, intenta salirte de lo que es normativo en cuanto a indumentaria se refiere. Comprobarás cómo algo tan inofensivo e inocuo como tener un estilo propio y vestir diferente, provocará en los demás una reacción inmediata, que tendrá como objetivo minar tu confianza y autoestima, para que vuelvas a vestirte como el resto de la gente. Antes de salir por la puerta, deberás “enfrentarte”, sí, enfrentarte, a tu propia familia que, con el pretexto de protegerte, intentará, “por tu propio bien”, disuadirte con apreciaciones y argumentos “razonables”, en el mejor de los casos, claro. Todo depende de cómo sea tu familia. En cuanto pongas un pie en la calle, te enfrentarás a miradas, gestos, comentarios, burlas y críticas de todo tipo, también a humillaciones y discriminación. Y sólo por vestir diferente. Ojo con los halagos envenenados, al principio, quizá no los reconozcas, pero te aseguro que, con el tiempo, te arponearán la moral y te roerán las entrañas. 
 
Ahora, piensa en quienes se hacen veganos o vegetarianos. Puede que te parezca una nadería, pero a éstos también les atropella un tren todos los días, por el mero hecho de tener una alimentación alternativa. Cada vez que comen con sus propios familiares o amigos, siempre hay alguien que abre el debate de ‘carne sí, carne no’. Están hartos de oír los mismos chistes y las mismas frases manidas, y de que les restrieguen el jamón por las narices al grito de “no sabes lo que te pierdes”.
 
Pues bien, si esto te ha parecido fuerte, ahora piensa en las personas que sufren disforia de género, en quienes se sienten atraídos por miembros de su mismo sexo o en quienes tienen cualquier tipo de síndrome, trastorno o rasgo.
 
Si el mundo evoluciona es porque hay gente dispuesta a ser atropellada por un tren todos los días. El mundo se cambia con personas valientes, intrépidas, capaces de enfrentarse a la inercia de una sociedad que pugna por seguir estancada en lo estándar; adocenada, incapaz de replantearse sus propias ideas, dogmas o principios. Una sociedad muerta de miedo, que prefiere quedarse en las aguas inertes y seguras de lo que es antaño y conocido, lo que lleva a la involución, y cuya mente es un frontón donde rebota todo cuanto se sale o difiere de lo inculcado, socialmente aceptado o normativo; donde cualquier tiempo pasado fue mejor y para quienes más vale lo malo conocido. Personas para quienes la escala de grises, lo múltiple y lo complejo no tienen cabida. Donde las coordenadas de la ética se desequilibran, endurecen y polarizan, los valores se atrofian y el alma se embrutece e insensibiliza.
 
Te puedo asegurar que merece mucho más la pena que te atropelle un tren, a vivir agazapado, vigilando tu plato de comida, mirando con recelo al vecino y criticando, odiando y envidiando a todo aquél que osa ser diferente porque ha tenido el valor de abandonar su confortable sillón, para tirarse a la calle y ponerse en medio de la vía. Merece mucho más la pena que te atropelle un tren, a quedarte enrocado, añorando tiempos “mejores”, tiempos en los que las cosas eran claras y el chocolate espeso; el pan era pan y el vino, vino. Tiempos en los que los hombres no lloraban y a las mujeres no había quién las entendiera. Tiempos en los que se estaba en misa y se repicaba y sólo el que tenía padrino tenía derecho al bautizo, etc.

En fin, te aseguro que merece muchísimo más la pena que te atropelle un tren, a estar muerto en vida.

EL DÍA DESPUÉS

Se despertó de la siesta y se liberó de las garras de su sillón-relax. Una fuerza irracional le condujo hacia la nevera, que no solía fallar...