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lunes, 20 de agosto de 2018

EL MONSTRUO DEL ESPEJO

Vivir en tus carnes el desprecio por la vida humana te cambia para siempre, si es que tienes la suerte o la desgracia de seguir vivo...

La violencia y la promiscuidad perforan el aire en un temblor de miradas al descubierto. Una puñalada de sangre barrena mi garganta y me dejo abrazar por la pólvora omnipresente, como el terror a no volver a abrir más los ojos. Me derrumbo en la acera ensangrentada a digerir el veneno que me traspasa implacable y mi mente se niega a pensar, a reproducir esas imágenes que me perseguirán cada día de mi vida... Mi familia acribillada entre el polvo, sus rostros descompuestos, sus cuerpos desfigurados, sus intestinos arponeados por la metralla, indecentes a la vista de todos.
    
Una razón silenciosa me llama hoy a la insurrección, a perderme entre las masas indignadas, a traspasar con mi palabra las consciencias... ¿Quién me puede quitar ahora este derecho? Vivo en un país que no es el mío, al que le estoy eternamente agradecido porque me ha brindado la oportunidad de empezar de nuevo, dándome todo lo que no me dio mi país, un hogar y una vida pacífica. Pero el color de mi piel, mi idioma y mis ropas me delatan y sé que para algunos no soy más que ese intruso que “viene a llevarse el trabajo de nuestros hijos y todos nuestros privilegios”. Pero, ¿qué hay en realidad detrás de los muros que nos construimos, de nuestra cerrazón, de nuestros prejuicios hacia los demás, de nuestros emblemas, himnos y consignas, de los patriotismos, de nuestra obsesión desmesurada por autodefinirnos, que nos lleva a la negación de los derechos del otro?

Detrás no hay más que el miedo atroz a toparnos con nosotros, con nuestro propio yo desprovisto de parafernalia, galones, etiquetas... con el ser insignificante que sabemos que somos, ese que hemos revestido de oropeles y autosuficiencia, convirtiéndolo en un prodigio de vanidad, que se alimenta de importancia y vive henchido de legitimidad, honor, aires de grandeza... abotargado de nobleza, solera, alcurnia... Celoso de su rancio abolengo, de su noble estirpe, de su casta. Un reptil que devora a sus propios hijos, aniquilando su espontaneidad y saboteando cualquier intento de parecerse a ellos mismos. Un alien que no dudaría en pulsar el botón rojo si fuese necesario para su autodestrucción, que en realidad sería capaz de cualquier cosa, con tal de no rebelarse y enfrentarse al monstruo, ese que ve cada día en el espejo, que lleva corbata, escudo, bandera...

lunes, 13 de agosto de 2018

COBARDE

Dicen que hay niños que no sueñan con ser médico ni astronauta...


Vivimos en una sociedad y en un país donde un chaval de clase media sin estudios y con cara de pasmado puede llegar a codearse con las más altas esferas de poder y si se lo propone, llegar a Presidente. Sí, hablo del fotografiadísimo ‘Pequeño Nicolás’, el joven imberbe que acaparó en su día cuotas de pantalla e inspiró cientos de montajes y memes. Porque fue precisamente eso su vida, un montaje. ¿Qué se puede esperar de alguien cuya máxima aspiración en la vida es formar parte de la primera línea del PP y convertirse en millonario? Pues bien, no exagero al afirmar que este personajillo burlón y hasta simpático no es más que una parodia, una caricatura, el retrato prototípico de un perfil muy común en nuestra sociedad. ¿Quién no ha conocido alguna vez a un 'Pequeño Nicolás'? Seguro que te lo topas a menudo en el ascensor... Es ese compañero de instituto que se jactaba de jugar al padel con el hijo del alcalde o aquel cuñado que tuviste que parecía haber nacido con el móvil pegado a la oreja y cuyas gestas nunca te terminabas de creer…

No es que tenga nada en contra de quienes tienen grandes aspiraciones, pero me parece deprimente y patética la gente que no aspira a otra cosa en la vida que a PERTENECER A TODA COSTA A LA CLASE ALTA y lo hacen por la puerta de atrás, a través del camino más corto y facilón que existe, que no es otro que el de las apariencias. Porque una cosa es cumplir tus sueños y otra, trocarlos por unos de mentirijilla. ¿Cómo va a ser lo mismo pasarte media vida estudiando y esforzándote en tu trabajo, que dedicarte a fanfarronear por discotecas y clubes con un caballito en la camisa y el móvil pegado a la oreja? Amparados en 'para serlo sólo tienes que parecerlo,' estos infelices son capaces de atiborrar sus armarios de ropa de marca, de apuntar a sus hijos a colegios privados o de vivir con una doble hipoteca, la del piso y la del coche de alta gama, que hará que sus vecinos no lo vean como un trabajador de clase media más, sino como un puto triunfador!!! Pensándolo mejor, es hasta democrática esta manera de ascender en el escalafón social, puesto que hasta el más pringao puede llevar un cocodrilo en la camisa, apuntar a su hijo a un club náutico o frecuentar con más o menos asiduidad los ambientes donde sabes te puedes codear con gente adinerada. La clave está en valorarse tan poco tan poco tan poco... y tener una autoestima tan baja tan baja tan baja..., que harías lo indecible con tal de emparedar tu alma y ser aceptado por un mundo que se va a creer lo que le cuentes... Repásate el nudo de la corbata y coge las llaves del BMW que despegamos…

Y aquí es cuando el refranero popular acude en tu ayuda: “se pilla antes a un mentiroso que a un cojo”. Y pones la radio y suena esa canción de “El Canto del Loco” que dice “eres tonto…” Ya que por más que huyes de ti mismo, el espejo te recuerda cada mañana que no eres Dorian Grey, sino el hijo del frutero y de Paquita, la que limpiaba escaleras en el barrio. Porque en esta vida nada es gratis, no hay más leña que la que arde y en realidad tu vecino sabe que no eres el puto amo ni estás subido en el dólar como tanto te esfuerzas en aparentar. Lo que pasa es que te sigue la corriente y algunos hasta te doran la píldora con un “eres mi ídolo”. Porque sabes que el traje, el reloj y el smartphone hablan por ti, proyectando esa imagen esperpéntica de la que tu alma y tus verdaderos deseos y sueños huyeron despavoridos mientras eras devorado por una caricatura grotesca, que nada tiene que ver con el niño espontáneo y soñador que un día fuiste… mucho tiempo antes de ser aniquilado y engullido por el monstruo de la vanidad y de que vendieras tu alma al diablo, que está siempre al acecho de las almas débiles y de cobardes como tú.


sábado, 4 de agosto de 2018

5 DE AGOSTO DE 1988, ESTADIO DE FÚTBOL DE MARBELLA

Dedico esta entrada a mis primas Alicia y Mariló.

Hoy hace 30 años que vi en vivo a Michael Jackson, mi ídolo desde mi temprana adolescencia y uno de mis grandes referentes en la vida. Lo descubrí con ‘Thriller’ en 1983, época en la que aún era una niña, y cambió mi vida para siempre. De él fue el primer póster que colgué en mi habitación, recuerdo que lo puse justo al lado de mi cama, a mi izquierda, en la pared de la litera de abajo. Era esa foto en la que aparece con una guitarra eléctrica en el cinturón. Qué guapo, por dios!!! Me fascinaba todo de él, es lo que tienen los ídolos, que conectan contigo de una forma especial, diferente a las demás personas. Todo lo que hace o dice te fascina, es una admiración sin fisuras que impregna tu vida, tu manera de pensar, tus ideas, tus gustos, tu forma de vestir, tu manera de estar en el mundo y te acompañan de por vida… Y es que algunos artistas tienen capacidad de sublimación, algo parecido a lo que se siente delante del ‘David’ de Miguel Ángel o frente al retablo de ‘El Jardín de las Delicias’, pero multiplicado por mil… Escuchar a Michael Jackson es electrizante, arrebatador, entras en trance y no puedes evitar imaginarte girando sobre ti mismo o volando a ras del suelo como él hacía. Ver cualquiera de sus actuaciones es reverencial, tiene un poder hipnótico que hace que la gente no pueda dejar de ver otra cosa, porque sabes que lo que él está haciendo no lo has visto en ninguna parte. No te conformas con ver sus vídeos una vez ni dos ni tres ni tres mil, hasta que alguien te zarandea y te dice “quita ya eso, que te tienes que acostar” o “te tienes que ir, llegas tarde al colegio”. Sus excentricidades eran curiosas, chocantes, tiernas, divertidas. Lo primero que leí de él cuando aún era una niña fue que su bebida preferida era el zumo de piña, que era vegetariano y que tenía un chimpancé llamado Bubbles. No deja de ser una afirmación llena de inocencia y ternura. Aquella fue la primera vez que escuché la palabra ‘vegetariano’, que no tenía claro lo que era, pero me parecía súper ideal.
 Aquel concierto era providencial. ¿Cómo podía ser que mi admirado ídolo, un astro de la música, el artista más inaccesible del planeta viniese a mi ciudad a dar un concierto? Mi pobre padre no dudó en darme el sí y allá que fuimos al Corte Inglés a por la entrada, que yo manoseaba y atesoraba como si fuese la misma llave de las puertas del cielo. Dado mi carácter soñador e imaginativo, podéis imaginar lo de fantasías que pasaron por mi cabeza los meses previos al evento. Estaba prácticamente convencida de que mi adorado ídolo me sacaría al escenario a cantar 'I’ve just can’t stop loving you' a dúo con él. Una posibilidad que acariciaba cada noche sobre mi almohada y que mis antiguos vecinos sabrán por las veces que canté el tema a viva voz por toda la casa, a capella o grabándome una y otra vez en el radiocasette.  Llegó el día y allí estaba yo, flanqueada por mis primas Alicia y Mariló en el césped del estadio de fútbol de Marbella llorando por dentro de emoción y respirando el mismo aire que él!!! (para los mitómanos como yo, eso ya es muuuucho). Había algo en el aire de aquel atardecer de verano y es que todos los que estábamos allí sabíamos que teníamos delante a una leyenda viva. No os puedo relatar lo impresionante que fue el concierto, fueron dos horas en las que Michael Jackson se dejó la piel bailando y cantando (juro que vi pasos que nunca le he visto hacer después). Las actuaciones eran como vídeoclips, perfectamente ambientadas y coreografiadas, por lo que tuvimos la ventaja de saber en primicia cómo iban a ser algunos de los vídeos cuyos singles aún no habían salido, como el de "Smooth Criminal", que no sacaría hasta meses después. Siempre le estaré agradecida a mi prima Ali, que tuvo la genial idea y la paciencia de tirar de mí y llevarme hasta la segunda fila!!!! Pues yo estaba paralizada de la vergüenza (en fin…). Así que, dejamos las enormes pantallas atrás y vimos a Michael a tan sólo unos metros de distancia. Se me cortó la respiración cuando pasó por encima de nuestras cabezas cantando sobre una grúa ataviado con lo que parecían unos plásticos negros, habría jurado que era un murciélago endemoniado poseído por la música. Me sentí como en casa cuando oí los acordes de “I want you back” de los Jackson Five y nos estremecimos cuando el escenario, envuelto en niebla, se convirtió en un cementerio de muertos vivientes que se retorcían y bailaban al ritmo de Thriller. Uno de los momentos que más me impresionaron fue cuando Michael bailó sólo y sin música bajo una luz cenital, como esa que proyectan los OVNIS en las películas. Nunca he visto a nadie bailar así, parecía que sus pies no tocaban el suelo y todo su cuerpo vibraba frenéticamente, no era de este mundo.
Hizo varios bises, parecía que no se quería ir, nosotros tampoco.  En fin... como podéis imaginar, no tuve la oportunidad de subir al escenario a cantar "I’ve just can’t stop loving you". Ooooooh… Pero ese día aprendí que los sueños se cumplen, tan sólo tienes que desearlo con todas tus fuerzas. Eso sí, no pidas que sean al pie de la letra.

EL DÍA DESPUÉS

Se despertó de la siesta y se liberó de las garras de su sillón-relax. Una fuerza irracional le condujo hacia la nevera, que no solía fallar...