Es veinte de febrero en el espejo rosa
que guardo desde niña, como el que guarda un sueño;
contemplo el horizonte, acariciando el viento
que viene del futuro y enreda mis recuerdos.
Es veinte de febrero, lo dicen las palabras
que inflaman mis oídos con deseos sinceros;
hoy oigo a mis muñecas reír desde el estante,
vestidas de domingo, con pupilas de fuego.
Es veinte de febrero en un rincón de mi alma,
allí donde la lluvia se convierte en anhelo,
donde sigo jugando feliz con mis hermanos,
ensuciando mi ropa, tirada por el suelo.
Con música en el pelo y tiza en mis zapatos,
me subo en el columpio febril de mi cuaderno
para hablar con la niña que baila en la cocina,
que monta en bicicleta y que cruzó un infierno.
que guardo desde niña, como el que guarda un sueño;
contemplo el horizonte, acariciando el viento
que viene del futuro y enreda mis recuerdos.
Es veinte de febrero, lo dicen las palabras
que inflaman mis oídos con deseos sinceros;
hoy oigo a mis muñecas reír desde el estante,
vestidas de domingo, con pupilas de fuego.
Es veinte de febrero en un rincón de mi alma,
allí donde la lluvia se convierte en anhelo,
donde sigo jugando feliz con mis hermanos,
ensuciando mi ropa, tirada por el suelo.
Con música en el pelo y tiza en mis zapatos,
me subo en el columpio febril de mi cuaderno
para hablar con la niña que baila en la cocina,
que monta en bicicleta y que cruzó un infierno.