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viernes, 21 de diciembre de 2018

¡FELIZ RANCIONAVIDAD!

Foto de la Navidad 2015
Ya estamos en plena debacle navideña y mientras aún están dando coletazos las cenas de empresa, nos disponemos a subirnos al tren de las festividades. Unas fechas en las que sacamos del baúl no sólo el espumillón, el árbol y el Belén, sino también esas muletillas de siempre, que llevaremos en ristre y utilizaremos hasta bien entrado el mes de enero. Expresiones aparentemente anodinas, que lejos de ser vacuas, encierran la idiosincrasia y el costumbrismo de un pueblo que engalana sus calles, sus casas y sus mesas con el secreto frenesí de que dicho ritual atávico nos sirva de conjuro para que el nuevo año sea mejor. He aquí un ranking de expresiones que no pueden faltar en Navidad, estoy segura de que las has escuchado y dicho cientos de veces...

1. "Felices Fiestas por si no nos vemos".

Esta fórmula de despedida que decimos todos, ahí donde la veis, guarda un reverso tenebroso y es que por dentro estamos pensando "a ver si es verdad que no lo veo en todas las fiestas". También es la 'frase rescate' que pone el broche de oro a esas despedidas eternas en medio de la calle con las llaves del coche en mano y la otra en el cuello apretándote la bufanda a cinco grados temperatura ambiente.

2. "Hoy no tengo la casa muy limpia".

Es cinismo puro, se la decimos a las visitas nada más entrar por la puerta después de haber estado todo el día hecha una cenicienta, limpiado con ahínco lo que no se ve y dando cera a las manzanas del frutero, abrillantando los pomos de las puertas y sacando lustre a los rodapiés del rellano, por si acaso. La repetimos de forma lastimera cuando nuestro invitado entra en el cuarto a dejar el abrigo, cuando va al aseo, a la terraza, a la cocina... Yo reconozco que la utilizo todo el año, porque sí, me han educado en la idea de que el que entra en tu casa lleva el algodón del mayordomo del Tenn y lo va a pasar por la taza del wáter, el último estante de la librería y por supuesto, por cada uno de los medallones de la lámpara de cristal del salón. ¡Qué de daño que han hecho algunos anuncios y qué cabrón que era el mayordomo!

3. "Mañana a estas horas lo mismo somos millonarios". 

¡Que nos gusta decirla! es oírla y verlo todo de color de rosa o más bien debería decir morado, el color de los billetacos de quinientos. Y qué desgraciaos que somos... Mira que sabemos que lo único que nos va a tocar va a ser fregar la vajilla y limpiar la casa tras el aquelarre navideño. Pues nada, no hay español que no se haga con un decimito, se lo restriegue por la cabeza a San Cucufato y diga en algún momento esta esperanzadora frase, recreando la escena de los afortunados premiados a pie de calle agitando con brío una botella de champán. Imágenes que vemos todos los años y sacan lo mejor de nosotros, ya que nos alegramos por los demás. Pero sobre todo, de que no le haya tocado a tu cuñado. "Por lo menos tenemos salud que es lo importante" o "siempre nos quedará El Niño" son los premios de consolación, antes de ser engullidos de nuevo por la vorágine de los Reyes y los regalos y de ser pisoteados por la cabalgata y bombardeados por cientos de caramelos.

4. "¡Nos vemos el año que viene!"

Es rancia pero yo no me resisto a decirla año tras año. Porque hay que reconocer que tiene algo de vertiginoso y de apocalíptico saber que no vuelves a ver a tu vecino de enfrente hasta el año siguiente. Reconozcámoslo, es lo más cerca que vamos a estar de viajar en la máquina del tiempo. 

5. "¡Que tengas una buena salida y entrada de año!"

También está en versión corta, ya que si entras, se supone que has salido. Creo que no la he utilizado aún, es relativamente nueva y la primera vez que la oí me hizo mucha gracia. Bah, qué importa que el nuevo año sea un truño, si lo verdaderamente importante es cómo entras y cómo sales de éste.

martes, 18 de diciembre de 2018

¡Y UN JAMÓN!

Imágenes del documental "El secreto de El Pozo" de La Sexta en las que se ven a cerdos agonizando con úlceras y malformaciones y el periodista Jordie Évole presenciando la escena con una mascarilla

Se acercan las Navidades y como cada año, nos lanzamos a la caza de los manjares y exquisiteces que harán las delicias de nuestras mesas. Fechas en las que echamos el resto buscando esos alimentos que no comemos el resto del año o que consideramos de consumo esporádico debido a su alto precio. Las gambas o los dulces navideños son incondicionales de nuestro banquete, pero si hay un alimento estrella, ese es EL JAMÓN. Mantra donde los haya, se ha convertido en esa llave que te abre todas las puertas. Serrano o ibérico, paletilla o pata negra, no hay cesta navideña que no cuente con él en su repertorio (va siempre a modo de trofeo); no hay casa a donde vayas que no te lo ofrezcan (les falta abrirte la boca con las dos manos y metértelo a la fuerza); ni convite que no cuente con más de una bandeja. Y digo yo: ¿habrá alimento más insípido y desagradable?

Estoy convencida de que EL JAMÓN REALMENTE NO GUSTA, puesto que es salado, grasiento, pringoso, aparatoso, difícil de cortar... No nos engañemos, no es más que carne muerta y cruda, una abominación, el despropósito de cebar a un animal con el macabro fin de sustraerle las patas, colgarlas y esperar a que se sequen. Cuando lo veáis cortado en lonchas sobre una festiva bandeja, pensad que cada una de esas láminas formaba parte del rosado muslo de un desgraciado cerdo al que nadie ha preguntado qué le parece que el hombre lo haya privado de una vida digna y no veamos en él más que un suculento bocado, a pesar de que hay muchísimos más alimentos a los que hincarle el diente. La perversión radica precisamente ahí, en que el hombre, a pesar de no necesitar cebar y matar a un animal para alimentarse, se empeña de forma gratuita, sin ninguna necesidad y por puro placer, en hacer del animal una masacre despiadada a la par que rentable: chorizos, morcillas, chuletas, carrillada, costillas, ternasco, higadillos... y en cada casa un jamón, sinónimo de abundancia, bonanza, lujo, opulencia...

Señores, ¡el jamón es la gran falacia! Una mentira, un timo, un camelo que nos ha inoculado la industria cárnica a base de marketing y propaganda. A las pruebas me remito, cualquier alimento está más bueno que el jamón, incluso unas patatas fritas o el más humilde de los quesos. Pero no, preferimos decir majaderías como "el jamón es lo mejor que se come", cuando en realidad no es así. Sólo hay que ver los melosos y embaucadores anuncios televisivos, donde nos quieren vender incluso el jamón de york, que no es más que un puerco embutido hecho con lo peor de las sobras, como si fuese un producto sano y natural, ¡chúpate ésta!

Señores, existen incluso vegetarianos que comen jamón!!! Por no hablar de la gente amante de los animales, que exhiben una inusitada sensibilidad ante lo indigno y denigrante que es tenerlos en zoológicos o en circos y a continuación te montan una barbacoa más pronto que canta un gallo... A mí por mi condición de vegetariana, no hay reunión en que no me monten el debate, en el que nunca falta la alusión a nuestros orígenes paleolíticos, como si cualquier tiempo pasado fuese mejor... Pues vete tú a la Edad de Piedra, que yo me quedo en esta, ¿no te digo?

En fin, incongruencias que se pagan caro cada día con una sociedad ciega, a la deriva, irresponsable a la hora de consumir y alimentarse, cínica y complaciente, que prefiere mirar a otro lado por pereza, ignorancia o por pura obstinación, tres pecados capitales que embrutecen día a día nuestra CONSCIENCIA, saboteando nuestro avance y obstaculizando nuestro proceso evolutivo.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

DE NOCHE TODAS LAS FERRETERÍAS ESTÁN CERRADAS


Cara Delevingne, para mí el rostro más bello de la moda actual

Tania se sabía hermosa y no sólo porque se lo dijeran los espejos, sino porque era algo que comprobaba cada día y desde pequeña supo leer el deseo en los ojos de los hombres. Intuía que había caminos, lugares y situaciones que era preferible evitar y tenía claro que, de verse en una situación comprometida, todos la señalarían con el dedo acusador. Su cuerpo, irresistiblemente femenino, era la reencarnación del pecado, el blanco de las miradas codiciosas y de toda suerte de prejuicios. Tania nunca olvidaría la noche en que se cruzó con Paco, uno de los mejores amigos de su padre, en el portal. Éste le pidió que le acompañara a la ferretería a por unos tornillos que debía llevar luego a su padre. Fue subirse en el coche y plantarle la mano en la rodilla, reacción que le pilló por sorpresa. Nunca olvidaría la expresión de Paco, el entrañable amigo de papá que tantas veces le había traído chuches, cuando éste le levantó la falda sin cortarse un pelo… Tenía la mirada encendida, la boca entreabierta, el rostro transfigurado… Cuando quiso darse cuenta, estaban en un solitario escampado. Tania se aferró a la manilla de la puerta, pero los cierres estaban bloqueados. Presa del pánico, pensó en los malditos tornillos, en que se había pasado media hora frente al espejo haciéndose espigas en el pelo, en que llevaba su falda favorita y esa mañana en el cole había aprendido a hacer raíces cuadradas y David, el chico que le gustaba, le había cogido de la mano en el recreo. 

Tania enmudeció bajo los neones de un cartel publicitario que proyectaba sombras violáceas sobre sus pechos. Transida de miedo y de culpabilidad, reprimió las náuseas  y las ganas de llorar, cerrando los ojos hasta que éstos fueron dos nudos imposibles. Por primera vez se odiaba a sí misma, la chica que se contoneaba risueña y orgullosa frente a los espejos le parecía ahora estúpida, vulgar, ridícula... Un tipo infecto cuyos hijos podían tener la misma edad que ella, ejercía pleno poder sobre su cuerpo y sabía cómo profanarlo, al tiempo que daba tragos a una botella de whisky barato. Al dar por terminada la faena, la soltó como el que tira una muñeca y le dijo: "estabas deseando que te hiciera mujer, ¿eh?". Tania se hundió en su asiento y vio cómo sus sueños partían para siempre...

EL DÍA DESPUÉS

Se despertó de la siesta y se liberó de las garras de su sillón-relax. Una fuerza irracional le condujo hacia la nevera, que no solía fallar...