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miércoles, 6 de mayo de 2020

DOBLE CONFINAMIENTO

La sensibilidad química múltiple (SQM) o intolerancia ambiental idiopática es una hipersensibilidad ante bajas dosis de químicos en el medio ambiente y es un síndrome reciente que va en aumento

Hace un par de semanas que me encuentro mejor. Hoy no me duele la cabeza y tampoco tengo náuseas. Si sigo así, voy a acabar por quitarme la mascarilla, al menos dentro de la casa. Hace meses que no salgo a la calle y la última vez fue con una máscara con filtro de carbón activado y cubierta de arriba a bajo con un burka de algodón y plata. Hace meses que no viene a visitarme mi familia, que no pongo una lavadora ni enciendo el móvil. No cabe duda de que el aire está más limpio y los cantos de los pájaros han sustituido al ruido de los coches. Si saliese a la calle, pasaría desapercibida. Ahora todos llevan mascarilla y guantes de látex. Algunos hasta se las fabrican (que imaginación tiene la gente cuando quiere). Se han dado cuenta de que son vulnerables. Ya no me encuentro tan sola.

Dicen que las calles están completamente vacías, que todos los comercios están cerrados y que la gente se haya recluida en sus casas. Dicen que los padres y las madres están haciendo bizcochos como locos, que hacen los deberes con sus hijos y juegan a todo tipo de juegos. Dicen que los animales salvajes han tomado carreteras y ciudades, que hay delfines en nuestras costas y que las aguas de Venecia están cristalinas. 

Todos los días a las ocho nos asomamos a las ventanas para aplaudir a los sanitarios que trabajan a destajo salvando vidas en los hospitales. Dicen que ha muerto mucha gente por culpa del virus, que siguen muriendo y que en cuanto baje la curva se empezará a pensar en la desescalada. Pero cuando todo esto termine, ¿volveré a ser la rara? Solo sé que desde que empezó el confinamiento me encuentro mejor. Pero esto es algo que la mayoría de la gente aún no sabe y que habrá que explicar a los dirigentes y a los grandes organismos internacionales, que no hacen más que hablar de crisis económica. 

¿Cuánto durará el canto de los pájaros, el aire limpio, las aguas cristalinas? ¿Me dará tiempo a vivir como el animal que soy, me dará tiempo a abrazar a mi familia, podré algún día quedar con mis amigos y salir a la calle sin que mi cuerpo se vea asaltado por un suplicio interminable? 

Quién sabe si estamos ya en el camino, en la antesala de un nuevo despertar en el que seamos capaces de vislumbrar y concebir formas de vida más respetuosas y sostenibles para el planeta. Quizá esta pandemia sea sólo el comienzo de un mundo más humano y mejor para todos.

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