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domingo, 30 de septiembre de 2018

MÁS ALLÁ DE LAS ESTRELLAS

"Si es que no encuentras la alegría en esta tierra, búscala hermano más allá de las estrellas..."
La letra del himno de la Alegría no pudo ser más premonitoria, una letra que acuna el deseo y el anhelo de un pueblo y un continente que se mira en el espejo del cosmos para renacer de su pasado. El viejo continente ya no sueña con el nuevo sol, sino que ha dejado que unos políticos inconmovibles gobiernen nuestras vidas, nuestros deseos y nuestros sueños, amparados en políticas usureras, inflexibles y fatalistas. Unas políticas que han dado lugar en la misma Europa, a países de primera y países de segunda, abriendo entre ellos una brecha cada vez más grande e infranqueable.
A las implacables políticas de austeridad que una determinada élite de países europeos tiene sometida al resto -entre ellos España-, hay que añadir la dejadez y el desinterés que la Unión Europea muestra por la realidad dramática de los REFUGIADOS, así como de los INMIGRANTES que se juegan la vida cada día ante nuestras fronteras, huyendo de la miseria y de países opresores cuyos dirigentes cuentan con la aquiescencia tácita del mundo occidental. Un asunto que la Unión Europea se niega a abordar como dios manda, es decir, yendo al origen del problema, ya que ello supondría llevar a cabo CAMBIOS ESTRUCTURALES A NIVEL ECONÓMICO, ámbito en el que no están dispuestos a hacer ninguna concesión ni ceder en lo más mínimo.
El mundo entero asiste atónito al vergonzoso blindaje que la UE muestra ante la crisis migratoria, calificada ya como la mayor crisis humanitaria desde la II Guerra Mundial. Una realidad que nos invade, que nos asalta cada día en nuestros televisores, compartiendo cuota de pantalla con una interminable lista de casos de corrupción, debates políticos bochornosos, lazos amarillos y exaltados patriotas de todo a cien que se rasgan las vestiduras por la unidad de España y la exhumación de los restos de un dictador... Imágenes que quisiéramos no haber visto, como la de aquel niño sin vida a orillas del mar y tantos otros ahogados en nuestro mítico Mediterráneo, que es ahora el mar de la vergüenza. Un mar que encierra la historia de las principales civilizaciones del mundo antiguo y guarda el secreto de la gloria y el fracaso de imperios como el romano, por suerte o por desgracia el modelo referente de nación hasta nuestros días. Un mar, una historia y un buen puñado de banderas corroídas por la codicia y la amnesia autoinducida de los que las enarbolan y de quienes conforman sus instituciones, anteponiendo el bien individual al común y urgente y haciendo honor a la expresión popular "ande yo caliente...".

Pero nadie se cree que la verdadera Europa, que son las personas que la habitan, es decir, nosotros, estemos de acuerdo con las decisiones de la UE. ¿Quién ha dicho que las gentes que habitamos este continente no estamos dispuestos a ceder buena parte de nuestros ingresos en pos de unos cambios estructurales que permitan unas políticas más justas e inclusivas? ¿QUIÉN DICE QUE EL CIUDADANO DE A PIE NO ESTÁ DISPUESTO A SACRIFICARSE EN LO QUE HAGA FALTA? ¿Quién dice que el ciudadano medio, a pesar del paro y la crisis, no está dispuesto a vaciar su nevera si es preciso? Si ya lo estamos haciendo, estamos siendo saqueados impúdicamente por unos políticos que no nos representan, una élite de tiburones que han hecho de la codicia, el lucro y la especulación su razón de existir y de actuar. Si ya estamos siendo desvalijados, si ya lo estamos dando todo, si ya estamos vaciando nuestras despensas para que los que nos representan puedan vivir a todo tren, tener suculentas cuentas en paraísos fiscales y nuestros monarcas puedan tener yates y palacetes. Una clase política que, haciendo honor al dicho "el dinero llama al dinero", no hace más que mercadear y aliarse con los que detentan la riqueza que, a diferencia de nosotros -las clases medias-, no están dispuestos a mover un dedo, ni ceder un ápice, ni a vaciar sus neveras, ni a abrir sus despensas... "No sea que mi amigo aparezca con un coche o un yate mejor que el mío..."

¡¡¡Señores, aquí hay para todo menos para lo básico!!! Es como si una casa de familia tuviera un niño enfermo muriéndose y hubiera que administrarle unos medicamentos y unos cuidados básicos para que saliese adelante y los miembros de esa familia, en vez de comprarle los medicamentos y ocuparse de él, decidiesen pegarse unas vacaciones por todo lo alto, dejando al niño solo agonizando en casa. Esa familia es Europa, una Europa herrumbrada, impasible, decadente y unas Naciones Unidas impávidas e inservibles que no hacen más que condenar delitos, atentados, abusos e infracciones, mientras que al mismo tiempo las consienten. Una organización abotargada de burocracia, un ser inerte que se alimenta y retroalimenta de principios, derechos, postulados, estatutos, normas... a través de cumbres, conferencias, charlas, discursos...

Me siento privilegiada y doy gracias a dios cada día por vivir en esta parte del mundo donde hay una Constitución, un Estado de Derecho, unas leyes que me amparan y protegen, por salir a la calle y que no me violen, por tener un techo donde cobijarme, una nevera llena de alimentos y un lecho cálido donde dormir. Pero al mismo tiempo, no puedo soportar que haya millones de personas hacinadas viviendo a la intemperie o en condiciones infrahumanas. ME INDIGNA SOBREMANERA QUE LOS DIRIGENTES DE LOS PAÍSES EUROPEOS HABLEN POR MÍ A LA HORA DE DECIR QUE NO PODEMOS DAR ASILO A ESTA GENTE. Gente que sólo pide lo básico, un hogar para vivir... Familias que tienen puestas todas sus esperanzas en nosotros, en Occidente, en los países "civilizados". Padres y madres que ven pasar las noches y los días mirando las estrellas y repitiéndose una y otra vez que ésta es una Comunidad ante todo humanitaria, compuesta por hombres sabios, juiciosos y sensibles, incapaces de permitir que muera un niño más por esos caminos, en el barro o en las aguas...
Si esos padres supiesen que quienes tomaron la decisión de cerrarles las puertas viven en mansiones y apartamentos de lujo y que cualquiera de sus caprichitos puede valer más que todos los enseres y mantas de un campamento de refugiados juntos…
La semana pasada entró el Otoño y tras éste vendrá el implacable Invierno, que no tendría por qué ser implacable, ni siquiera frío, si todos colaborásemos para el bien común, si todos tuviéramos un techo.

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