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sábado, 4 de agosto de 2018

5 DE AGOSTO DE 1988, ESTADIO DE FÚTBOL DE MARBELLA

Dedico esta entrada a mis primas Alicia y Mariló.

Hoy hace 30 años que vi en vivo a Michael Jackson, mi ídolo desde mi temprana adolescencia y uno de mis grandes referentes en la vida. Lo descubrí con ‘Thriller’ en 1983, época en la que aún era una niña, y cambió mi vida para siempre. De él fue el primer póster que colgué en mi habitación, recuerdo que lo puse justo al lado de mi cama, a mi izquierda, en la pared de la litera de abajo. Era esa foto en la que aparece con una guitarra eléctrica en el cinturón. Qué guapo, por dios!!! Me fascinaba todo de él, es lo que tienen los ídolos, que conectan contigo de una forma especial, diferente a las demás personas. Todo lo que hace o dice te fascina, es una admiración sin fisuras que impregna tu vida, tu manera de pensar, tus ideas, tus gustos, tu forma de vestir, tu manera de estar en el mundo y te acompañan de por vida… Y es que algunos artistas tienen capacidad de sublimación, algo parecido a lo que se siente delante del ‘David’ de Miguel Ángel o frente al retablo de ‘El Jardín de las Delicias’, pero multiplicado por mil… Escuchar a Michael Jackson es electrizante, arrebatador, entras en trance y no puedes evitar imaginarte girando sobre ti mismo o volando a ras del suelo como él hacía. Ver cualquiera de sus actuaciones es reverencial, tiene un poder hipnótico que hace que la gente no pueda dejar de ver otra cosa, porque sabes que lo que él está haciendo no lo has visto en ninguna parte. No te conformas con ver sus vídeos una vez ni dos ni tres ni tres mil, hasta que alguien te zarandea y te dice “quita ya eso, que te tienes que acostar” o “te tienes que ir, llegas tarde al colegio”. Sus excentricidades eran curiosas, chocantes, tiernas, divertidas. Lo primero que leí de él cuando aún era una niña fue que su bebida preferida era el zumo de piña, que era vegetariano y que tenía un chimpancé llamado Bubbles. No deja de ser una afirmación llena de inocencia y ternura. Aquella fue la primera vez que escuché la palabra ‘vegetariano’, que no tenía claro lo que era, pero me parecía súper ideal.
 Aquel concierto era providencial. ¿Cómo podía ser que mi admirado ídolo, un astro de la música, el artista más inaccesible del planeta viniese a mi ciudad a dar un concierto? Mi pobre padre no dudó en darme el sí y allá que fuimos al Corte Inglés a por la entrada, que yo manoseaba y atesoraba como si fuese la misma llave de las puertas del cielo. Dado mi carácter soñador e imaginativo, podéis imaginar lo de fantasías que pasaron por mi cabeza los meses previos al evento. Estaba prácticamente convencida de que mi adorado ídolo me sacaría al escenario a cantar 'I’ve just can’t stop loving you' a dúo con él. Una posibilidad que acariciaba cada noche sobre mi almohada y que mis antiguos vecinos sabrán por las veces que canté el tema a viva voz por toda la casa, a capella o grabándome una y otra vez en el radiocasette.  Llegó el día y allí estaba yo, flanqueada por mis primas Alicia y Mariló en el césped del estadio de fútbol de Marbella llorando por dentro de emoción y respirando el mismo aire que él!!! (para los mitómanos como yo, eso ya es muuuucho). Había algo en el aire de aquel atardecer de verano y es que todos los que estábamos allí sabíamos que teníamos delante a una leyenda viva. No os puedo relatar lo impresionante que fue el concierto, fueron dos horas en las que Michael Jackson se dejó la piel bailando y cantando (juro que vi pasos que nunca le he visto hacer después). Las actuaciones eran como vídeoclips, perfectamente ambientadas y coreografiadas, por lo que tuvimos la ventaja de saber en primicia cómo iban a ser algunos de los vídeos cuyos singles aún no habían salido, como el de "Smooth Criminal", que no sacaría hasta meses después. Siempre le estaré agradecida a mi prima Ali, que tuvo la genial idea y la paciencia de tirar de mí y llevarme hasta la segunda fila!!!! Pues yo estaba paralizada de la vergüenza (en fin…). Así que, dejamos las enormes pantallas atrás y vimos a Michael a tan sólo unos metros de distancia. Se me cortó la respiración cuando pasó por encima de nuestras cabezas cantando sobre una grúa ataviado con lo que parecían unos plásticos negros, habría jurado que era un murciélago endemoniado poseído por la música. Me sentí como en casa cuando oí los acordes de “I want you back” de los Jackson Five y nos estremecimos cuando el escenario, envuelto en niebla, se convirtió en un cementerio de muertos vivientes que se retorcían y bailaban al ritmo de Thriller. Uno de los momentos que más me impresionaron fue cuando Michael bailó sólo y sin música bajo una luz cenital, como esa que proyectan los OVNIS en las películas. Nunca he visto a nadie bailar así, parecía que sus pies no tocaban el suelo y todo su cuerpo vibraba frenéticamente, no era de este mundo.
Hizo varios bises, parecía que no se quería ir, nosotros tampoco.  En fin... como podéis imaginar, no tuve la oportunidad de subir al escenario a cantar "I’ve just can’t stop loving you". Ooooooh… Pero ese día aprendí que los sueños se cumplen, tan sólo tienes que desearlo con todas tus fuerzas. Eso sí, no pidas que sean al pie de la letra.

1 comentario:

  1. Me ha encantado este post, es como una forma de desnudar el alma y escribir con el corazon

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