1. Conseguir un magnífico currículum. De oca a oca y tiro
porque me toca. Es descorazonador que te echen una y otra vez de las empresas
cuando estás completamente adaptada, realizas tu labor con soltura y has
conseguido ganarte el favor de tus compañeros y jefes. Pero este hecho,
aunque desmoralizante, tiene su parte positiva y es que "siempre te dejas una
puerta abierta". Ja ja ja... como
ésta no se la cree nadie, vamos a la verdadera ventaja: trabajar en diferentes
empresas te permitirá conocer distintos ámbitos laborales en un mismo sector
y/o sectores distintos, lo que se traducirá en un abultado CV, siendo éste
más competitivo y coherente con tu oficio o profesión y colocándote a nivel de
experiencia cualitativa y cuantitativamente, por encima de cualquier
fijo-que-no-ha-trabajado-más-que-en-una-empresa, así como de cualquier veinteañero
con experiencia cero.
2. Vencer la timidez o al menos creerás que la has
vencido, ya que no te queda otra. Cada vez que entras a formar parte de una
nueva empresa te ves obligado a entrenar tus habilidades sociales y tus
capacidades de adaptabilidad. Esto te viene muy bien en la vida, sobre todo si
eres un tipo retraído y poco espabilao como yo. Mucha gente no
sabe que entrar a formar parte de una empresa requiere un ingente esfuerzo a
nivel social, interpersonal y cognitivo. Constituye todo un reto personal en el que das lo mejor de ti y muestras tu mejor cara (porque nunca se sabe si en esta
empresa te vas a quedar...). La experiencia vital que te proporciona haber
formado parte de un buen puñado de empresas se considera 100 veces más
productiva que acudir al mejor psicólogo del mundo toda una vida y leerte todos
los libros de autoayuda del mercado.
3. Posponer la maternidad/paternidad hasta límites
insospechados, debido a tu inestabilidad laboral, claro. Ver cómo tus hermanos
y tus amigas de toda la vida traen hijos al mundo y ver cómo crecen a la
velocidad del rayo es una experiencia enternecedora a la par que inquietante,
ya que no puedes evitar sentir el vértigo del paso del tiempo que te azota con
fuerza cada vez que oyes "tita Susana, tita Susana"... Pero no traer
hijos al mundo tiene suculentas ventajas, ya que el dinero y el tiempo que
debieras invertir en ellos va íntegramente destinado a ti y a tus caprichos, a
saber: comprarte antojos y extravagancias sin conmiseración ni sentimiento de culpa,
salir a comer un día sí y otro también, viajar, ir al cine, hacer deporte, practicar
multitud de actividades... Vamos, que tu calidad de vida mejora
sustancialmente. Este punto tiene un inconveniente no menos molesto: aguantar
el "y tú pa cuando" de todo diestro y siniestro, que no desaparece
hasta bien entrados los cuarenta, ya que consideran que "se te ha pasao el
arroz", si eres mujer.
4. Trabajar en lo que realmente te gusta. Puesto que
tienes la sensación de tener todo perdido, de empezar de cero y de no tener
nada que perder, te armas de valor y decides darte una oportunidad en ese
trabajo y ese sector en el que siempre quisiste trabajar. Para ello no dudas en
prepararte a conciencia, ampliando tus estudios, realizando
prácticas, trabajando a tiempo parcial, aguantando precarias condiciones laborales e
incluso realizando trabajos de forma gratuita... Que tu jefe no lo sepa, pero aprender al mismo tiempo
que trabajas en lo que te gusta no tiene precio.
5. Conseguir un cuerpo 10. Sí, señores, toda una vida
haciendo dietas, para que venga una crisis y te espabile de verdad. Como
dispones de más tiempo libre -que en verdad no lo tienes, pero la sensación de
crisis te hace pensar que sí-, decides dedicarle al deporte ese trocito de
tiempo que debiera ocupar siempre en nuestras vidas, que combinarás -eureka-
con esa dieta megaequilibrada, megasana y megamacrobiótica que solías empezar
los Lunes y romper el fin de semana. Con la diferencia de que ¡¡¡ahora lo
consigues!!!, en parte también gracias a otra crisis, la de los 40.
6. Ser mejor persona. No es broma, no. Como todos los
medios se hacen eco de lo mal que está el país, bombardeándote constantemente
con noticias tan poco halagüeñas sobre la dura realidad que estamos viviendo,
decides formar parte de verdad de la crisis y de la historia y, como tantas
personas, te animas un día a sacrificar un poquito de tu tiempo para
compartirlo con aquellos que realmente lo necesitan y/o colaborar en esa causa
en la que crees puedes aportar algo. ¡¡¡Y lo haces!!!
7. Volverte un ecologista empedernido. Sé que pensáis
que esta ventaja está cogida con pinzas, pero en absoluto. Estoy segura de que
no soy la única a la que la crisis ha lanzado a recolectar tapones de botella
como una posesa (veo uno y se me salen los ojos de las órbitas) o a llevarlo
todo a Madre Coraje, a darle mil vueltas al objeto más abyecto, cavilando una y
otra vez a ver a quién le pudiera venir bien... Nunca la basura ha olido más a
basura y nunca ha durado menos un foel al lado de un contenedor. Sí, la crisis
nos ha hecho más conscientes y no sólo a nivel de reciclaje, ya que la
consciencia, una vez que se despierta, lo anega todo. Vamos, que empiezas
recogiendo tapones y terminas siendo activista de Green Peace, donando médula o
apuntándote a la Lista Robinson.
8. Tu cerebro rejuvenece. Sí, se lo he escuchado un montón de veces a Punset, lo llaman neuroplasticidad. Y es que está demostrado científicamente que
el cerebro rejuvenece en la medida en que lo sometemos a retos continuos de
aprendizaje y adaptabilidad, lo que se traduce en el establecimiento de nuevas
conexiones neuronales que antes no existían. Vamos, que el cerebro, como todo,
se entrena y no hay duda de que la crisis te obliga a ejercitarlo continuamente y a todos los niveles.
9. Tu físico rejuvenece. Sí, sí, sí... Como lo oyes, tu edad biológica
-que no la cronológica- se ralentiza. Lo normal es aparentar diez años menos y
esto es debido a lo anteriormente expuesto: no tienes hijos, sigues
preparándote y estudiando, trabajas por fin en lo que te gusta, tienes una vida
social alucinante y ¡caray!, un buen día te das cuenta de que ¡¡¡vives como un
veinteañero!!! Eso sí, con la cabeza mejor amueblada, dinero en el bolsillo y
sabiendo lo que antes no sabías, toma...
10. ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? Oooooh, sí... Piensa mal y acertarás. ¿Qué os
puedo decir de un matrimonio al que la crisis no le ha dado ni un momento de
tregua, donde un año nunca es igual al anterior debido a la inestabilidad y
precariedad de nuestros trabajos, hecho que impide que se instale
definitivamente la rutina en nuestras vidas? Esa rutina de la que gozaban los
matrimonios de antaño ("Honorato, ¿vemos la tele un rato?"). ¡Ay,
qué envidia! Matrimonios que tienen la suerte de ver el horizonte con el
sosiego y la despreocupación que les proporciona un trabajo fijo. El sol de la
tranquilidad... Un horizonte como una línea continua e ininterrumpida de
horarios preestablecidos, días festivos, vacaciones pagadas, altas y bajas
programadas, colegio, comedor, clases extraescolares, Happy Meals, cumpleaños
en parques de bola, comuniones en ventas con columpios, pastillas para la
tensión, Lexatin, Viagra en el mejor de los casos, cotización alta,
prejubilación temprana y una buena mecedora para
ver a Juan y Medio por las tardes, el Peliculón, el Telediario, el Tiempo o Amar en tiempos revueltos...
En fin, después de esto, sólo me queda desearos que la
crisis os sacuda tan fuerte como a mí...
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