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sábado, 14 de abril de 2018

NO ME VOY, ME QUEDO...

Dedico esta entrada a los que piensan que se le ha dado demasiada importancia al asunto del Máster de Cristina Cifuentes.

Que la actualidad está más convulsa que nunca gracias a las redes sociales, Twitter, Facebook, el Wasap, etc. ya lo sabemos, así como que cualquier noticia puede llegar a hacerse viral, amplificarse y propagarse de manera exagerada, llegando en algunos casos a ser injusto el trato o la difusión que se hace de ella, ya sea para bien o para mal. 
Pero digo yo, ¿es este el caso del Máster de Cristina Cifuentes? ¿Es justo el trato que le han dado los medios a este asunto? En mi humilde opinión, se le ha dado la importancia que se merece. No es baladí que la persona que ostenta un cargo público del rango de Presidenta de la Comunidad de Madrid se haya podido beneficiar de su privilegiada posición para adquirir un título de Master sin asistir, sin examinarse, falsificando firmas y documentos y que encima nos mienta reiteradamente una vez descubierto el pastel. 
Creo que estamos tan habituados a que nuestros políticos nos mientan y nos roben, que se ha establecido una corriente de pensamiento que preconiza, defiende y justifica los actos inadmisibles de la clase política en el poder hasta límites insospechados, llegando al sadomasoquismo o al mismísimo síndrome de Estocolmo. Un desigual binomio en el que se llega a forzar tanto la realidad y la propia ética, que corremos el peligro de hacernos invulnerables a las injusticias sociales con tal de defender lo indefendible. Pues bien, este es el caso de los que, de forma sibilina y premeditadamente despreocupada, le quitan importancia al asunto del Máster de Cifuentes. Sí, el de aquellos que intentan hábilmente diluirlo en la primera persona del plural con el recurrente “todos alguna vez hemos mentido en el currículum”, dando por hecho que todo ser viviente hace lo mismo en las mismas circunstancias y que, por ende, el político corrupto lo que ha cometido es un acto humano, una “equivocación”, eufemismo al que se recurre una y otra vez para no decir “robo”, “mentira”, “prevaricación”, “malversación”, etc.
El caso es que este bochornoso asunto tiene algo especial y es que tiene un trasfondo que a algunos nos eriza la piel y nos repugna sobremanera, un trasfondo que desde hace bastante tiempo está a la vista de todos y se hace cada vez más evidente. Lo que se ha venido a llamar las dos Españas asistimos, unos cada vez más ciegos, otros cada vez más indignados, al indecoroso e indecente discurso del “me río en tu cara porque tengo poder y dinero”, un gesto genuinamente marca España que hemos mamado durante generaciones y que no es otra cosa que rancio caciquismo. Una actitud chulesca y despreciativa perpetrada por una clase política que se hace el nudo de la corbata cada día más arriba y cada vez más apretado, que van en coches de alta gama cada vez más rápidos y más ahumados y que ya no se molestan ni en hablarnos cara a cara, sino a través de un plasma, porque nos lo merecemos, les hemos vuelto a votar, hemos decidido taparnos la nariz para no oler sus pedos y somos tan cretinos que no admitimos que el hedor es ya insoportable.
Sí, son los mismos que convirtieron la pobreza en insulto (“muerto de hambre”), al mundo del arte lo llaman “farándula”, a los actores “titiriteros”... No hacen más que mirar su Rólex para ver cuánto les queda para irse de rositas y acuden a los mítines y a las cadenas televisivas con una imagen impecable que han pagado con nuestro dinero.

Por lo tanto, no me parece que se haya exagerado el asunto sino al contrario, se ve que nos hemos quedado cortos como siempre, ya que hasta lo que yo sé, la tal Cifuentes aún no ha dimitido.

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