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domingo, 15 de marzo de 2020

ANOPHELES

Se trata ésta de una historia de ficción que escribí el año pasado como encargo para el Taller de escritura de Laura Santiago Díaz. El punto de partida era la pregunta "¿qué pasaría si…? Sin darme cuenta, conté una historia muy parecida a la que estamos viviendo ahora y por supuesto, con final feliz.

Sobre estas líneas el mosquito 'Anopheles', protagonista de esta historia, mucho más virulento y letal que nuestro coronavirus

Málaga 14 de Junio de 2022, las 18:30 hora local. La radio daba trallazos desde la cocina un viernes tarde y el júbilo del fin de semana se mezclaba con la efervescencia estival que se respiraba en cada rincón de la casa, invadida por la algarabía y el frenesí de niños y jóvenes que llenaban la calle con sus gritos y juegos. 
Marina escuchó la noticia como el que oye un claxon lejano o la sintonía radiofónica que anuncia las y media. A continuación apagó la radio, cogió las llaves, salió por la puerta y bajó los escalones de dos en dos hasta llegar al portal. Esa mañana había hecho su último examen y tenía la sensación de haberse quitado de encima el año entero. Quería aprovechar cada instante y había quedado con Berta en la esquina de la relojería del barrio para dar un paseo y tomarse un helado, cuando de repente se topó con el padre de su amiga. Éste le dijo que había dejado a Berta en urgencias por una erupción cutánea severa que le había producido vómitos y dolor de cabeza. La inesperada noticia hizo que un escalofrío le recorriese el cuerpo, así que decidió llegarse ella misma al hospital para acompañar a su amiga. En el autobús todo el mundo se hacía eco de la noticia. Una plaga, una epidemia, no se sabía exactamente qué era, pero Marina pronto se dio cuenta de que lo que tenía su amiga era el mismo mal que afectaba a un buen número de personas, pues cientos de pacientes colapsaban los hospitales de su ciudad y tanto médicos como enfermeros se hallaban desbordados.

Al llegar le prohibieron pasar, por lo que se quedó en la sala de espera junto a un buen número de familiares. Éstos, como un gran enjambre, permanecían con la mirada fija en el monitor de la sala que retransmitía una noticia de carácter extraordinario y urgente. Fue en ese momento que Marina supo que tardaría muchísimo en poder volver a ver a su amiga. El mismísimo director del hospital comunicó la noticia. Se trataba de una pandemia causada por un mosquito bastante común que, a través de sus patas, transmitía una serie de substancias radioactivas altamente desestabilizadoras y corrosivas. El pronóstico de una cincuentena de afectados era reservado y el director les aseguró que en cuanto hubiese alguna novedad la volverían a retransmitir por los monitores y que los familiares serían atendidos uno a uno en el pabellón azul a las 20:30.

A Marina le bastó escribir “mosquito” en Google para toparse con el enigmático insecto que copaba la portada de todos los diarios digitales, junto a un decálogo que aconsejaba evitar el contacto con cualquier tipo de insecto, usar repelentes, poner velas de citronela, pulverizar la casa o utilizar ropa protectora.

A la vuelta, el autobús se hallaba prácticamente vacío, el conductor conducía sin detenerse en los semáforos y por la ventanilla veía cómo algunas barriadas tenían las luces apagadas. Al llegar a casa su madre la recibió alarmada, le dijo que se diera un baño y que se pusiese el repelente que había comprado. Esa noche ninguno tuvo ganas de cenar y en la tele todas las cadenas emitían un programa especial en el que no se hablaba más que de Anopheles, el mosquito, el nombre que había oído a lo largo del día y tenía la impresión de conocer de toda la vida. 

Esa noche nadie pudo dormir y en el parte de las 7:00 horas se confirmaba la terrible cifra junto a la más temible de las noticias: el número actual de fallecidos a nivel nacional ascendía a 1.130, en Portugal 850 y en países como México o Estados Unidos superaba ya los 2.000. Salvo un par de islas del Pacífico, no había país que no estuviese afectado y laboratorios de todo el mundo trabajaban sin descanso para detener la plaga y el creciente número de muertos, intuyéndose que la cifra era aún mayor, puesto que en las zonas rurales había cientos de personas sin localizar. Las playas de la Costa del Sol vacías patrulladas por el ejército daban una imagen fantasmal y la gente comenzó a alejarse de focos de infección, como pantanos o lagunas.

Las bajas se sucedían en todos los ámbitos y el Mundial de Fútbol, ya en semifinales, tuvo que ser anulado debido a bajas tan significativas como la de Cristiano Ronaldo, que fue alcanzado por el mosquito cuando paseaba en su  Lamborgini amarillo descapotable. En la televisión, los reporteros de calle comenzaron a llevar ropa protectora, y la misma Ana Rosa Quintana fue alcanzada por uno de estos mosquitos en su propio plató. El reality Gran Hermano suspendió su edición vigésimo segunda debido a la infección de cuatro de sus concursantes y ocho de los colaboradores. Por su parte, el mundo político unió fuerzas y por primera vez en la era de la Democracia los partidos se coordinaron para buscar una pronta solución, derogando las elecciones previstas para septiembre y suprimiendo ipso facto la campaña. Al otro lado del océano, Donald Trump dejó a un lado sus políticas anti inmigratorias, proteccionistas y megalómanas para unir fuerzas con el resto de países, debido al desmedido y ascendente número de bajas en la propia Administración, así como en el ejército, ya que el más mínimo apoyo o colaboración era vital. 

Las guerras desaparecieron, puesto que ya no tenían ningún sentido. Las dos Coreas dejaron a un lado sus rencillas para unir fuerzas, el Daesh dejó de perpetrar atentados y todas las bolsas de valores pasaron de un estado de excepcionalidad a un período de reajuste y reorganización, que pasaba por revisar las prioridades del mercado de valores, adaptando el mundo bursátil a las necesidades del momento y dotando de una mayor eficacia a los instrumentos financieros.

El mundo por primera vez se detenía, vivía al día, al minuto, al momento y absolutamente consciente de cada bocanada de oxígeno que le quedaba. Los días parecían años y cada minuto era de un valor incalculable.  Las novedades, las noticias y los cambios se sucedían de forma vertiginosa debido a la enorme cantidad de cumbres, medidas, acuerdos, protocolos… Este estado de alarma sin precedentes tenía una única prioridad, lograr detener la pandemia, calificada ya por la ONU de apocalíptica, alcanzando el nivel de alerta 10 en casi todos los países. 

Así fue como poco a poco, se creó un nuevo orden mundial caracterizado por un plano más elevado de consciencia, impulsado por un espontáneo y sincero sentimiento de solidaridad, hermandad y unión entre las personas, así como entre los países. Un nuevo orden que trajo consigo un necesario reajuste en la escala de valores y donde el dinero perdía prioridad a favor de la solidaridad, el medioambiente o las condiciones y formas de vida de las personas. 

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