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miércoles, 13 de febrero de 2019

ROMÁNTICOS DE TODO A CIEN

Se acerca SAN VALENTÍN y ya se ha puesto en marcha la gran plataforma de marketing que cada año se encarga de recordárnoslo: escaparates, televisión, radio... Cualquier medio y cualquier excusa es buena para hacer el agosto y hacer que gire la ruleta del consumo, hecho que a mí personalmente no me parece nada reprochable, ya que es un trueque en el que salimos ganando todos y en el que verdaderamente nadie está obligado a participar.

Pero lo que me ha empujado a hacer esta reflexión no es el factor consumista y comercial que pueda tener o no la celebración de este día, sino la impresión que me produjo el anuncio publicitario de una conocida cadena de supermercados. El spot, amparado en el ROMANTICISMO, ofertaba una serie de productos que, en su combinación, te garantizaban una inolvidable y romántica velada de San Valentín y a precio más que económico. El aquelarre incluía: rosa plastificada, vino espumoso, tarta en forma de corazón y como remate final, un conjunto lencero (por no hablar del guante masajeador con bolas de rotación de 360 grados que se ofertaba a continuación). Yo, que hasta el momento me consideraba una persona romántica, no miento si os digo que experimenté una extraña desazón mezclada con vergüenza ajena y auténtico bochorno!!! Y me pregunté: ¿Será éste el concepto que mucha gente tiene del romanticismo? Porque todos sabemos que no hace falta que sea San Valentín para marcarse una "cenita romántica a la luz de las velas", rociar la cama con pétalos de rosa, ver juntos "Cincuenta sombras de Grey" o agasajar a tu pareja con rosas rojas, bombones y un mimoso peluche en el que ponga "te quiero, gordi". ¿Y qué me decís del tremebundo binomio de las fresas con nata? Un clásico que no pasa de moda y que consiste en embadurnar a tu pareja con nata en spray y en fin... que dios nos pille confesaos (de la versión Nutella prefiero no hablar). Y digo yo, ¿qué tendrá que ver ponerse púo de comer con el amor? 

¿Será verdad que el Romanticismo ha degenerado en una parafernalia burlesca que nos invita e incita a placeres vulgares y a una existencia cómoda y mediocre? Rosas plastificadas, orquídeas al vacío, cojines en forma de corazón con brazos, grotescos peluches con globos, empalagosas tartas, pastelillos y moldes para magdalenas en forma de corazón, velas aromáticas, juegos de taza tú y yo... ¿Romanticismo o superchería? ¿Será verdad que la sociedad de consumo ha hecho de lo romántico una fábrica de fetiches, un esperpento, una bacanal, un repertorio de placeres desordenados que lejos de ennoblecernos y elevarnos, nos aturden y embrutecen?

Tan sólo tienes que desconectarte de la máquina y recitar "las oscuras golondrinas" de Bécquer o "Annabel Lee" de Edgar Allan Poe para comprobar que el romanticismo y el amor son dos caras de una misma moneda y que nada tienen que ver con los placeres mundanos ni con que te regalen flores, ni con un paseo a la orilla del mar, ni con una cena a la luz de las velas... Más bien es lo que sientes cuando sabes que nunca podrás tener a la persona que amas, cuando un simple roce de sus manos te deja sin aliento y escondes las tuyas para que nadie vea que estás temblando, cuando sostener su mirada se convierte en una afán imposible y su ausencia es tan dolorosa como su presencia, cuando decides que la vida sin esa persona no tiene sentido y su sufrimiento se convierte en el tuyo propio, cuando estarías dispuesto a sacrificar tu vida por la suya, cuando estás dispuesto a morir...

En fin... ¡Feliz San Valentín!

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Se despertó de la siesta y se liberó de las garras de su sillón-relax. Una fuerza irracional le condujo hacia la nevera, que no solía fallar...