Dedico esta entrada a mis amigas luchadoras, a aquellas que a lo largo de estos años han confiado en mí sus grandes secretos, anhelos y decepciones...
Cuando era pequeña
me negaba a comerme el potaje si no me contaban el cuento de CENICIENTA. Mi
paciente madre cedía enseguida al chantaje y entre cuchara y cuchara, hacía
hincapié en aquellos detalles que sabía más me gustaban, sin sospechar que
estaba inoculando en mí un virus letal. Para mí era la historia perfecta de final
feliz en la que personajes maniqueístas movían sus fichas con tal destreza y
sincronización, que me resultaba un verdadero deleite saborear cada detalle e
identificarme con cada momento de la historia, pues el destino guardaba
celosamente la gran recompensa de ser salvada, rescatada, elegida por el
Príncipe Azul, el héroe disfrazado de ser amado o a la inversa, que se quedaba
prendado de mí, Cenicienta, mientras bailábamos el Danubio Azul.
Se sabe bien que los
grandes mitos son tan antiguos como la humanidad, pero si hay un mito entre los
mitos, un paradigma que ha calado hondo a lo largo de todas las civilizaciones,
sobreviviendo a guerras, desastres naturales, caídas de imperios, holocaustos y
todo tipo de modas es la del 'macho alfa'. Que no es otro que la exaltación y
elevación del hombre y "sus" supuestas virtudes a la enésima potencia,
de modo que la mujer queda relegada a un segundo y humillante lugar, ya que su
felicidad dependerá para siempre de éste.
Las religiones, la Biblia, el Corán, las leyendas, la literatura, el
cine y hasta la música se han encargado de acrecentar y propagar este mito
hasta límites insospechados, de modo que aún hoy en día en el siglo XXI el
arquetipo de 'macho alfa' sigue más vivo y vigente que nunca, como también lo
está su alter ego, el de ‘cenicienta’.
Sin embargo, con el
paso de los años he podido observar cómo en realidad muchos de estos
pretendidos héroes no son más que dioses con pies de barro, figuras de cera que
se derriten al más mínimo fulgor, criaturas frágiles que se resquebrajan y se
rompen al más mínimo revés o contratiempo, te sueltan de la mano y abandonan a
la más mínima, teniendo que ser siempre nosotras, las mujeres, las encargadas
de recomponer el maltrecho rompecabezas y tirar del carro.
Nos vendieron humo,
un regalo envenenado, una invención, una quimera... Porque ¿dónde está ese
varón de pelo en pecho que te atraviesa con la mirada, da un golpe en la mesa y
te hace temblar como una hoja? ¿Dónde está ese forajido que es capaz de cogerte
en brazos y atravesar un incendio, un campo de minas y soltarte sana y salva?
¿Dónde está ese marine que irrumpe en la fábrica donde trabajas y te rescata al
compás de Up where we belong? ¿Dónde
está ese gañán socarrón y algo patán que cuando te pones tonta te da un bofetón,
te sube a su hombro y te lleva escaleras arriba mientras tú pataleas sin parar?
¿Dónde está ese dandi ricachón que se presenta un día en tu humilde apartamento
todo trajeado y con los brazos abiertos para huir contigo en su Lotus Esprit? ¿Dónde
está ese Superman que te aprieta fuerte contra su pecho mientras surcáis los
cielos a la velocidad del rayo y te lleva a su Fortaleza de la Soledad? ¿Dónde
está ese joven, atractivo y atormentado magnate de negocios que te rescata de
una vida pueril para encerrarte en su ático de lujo y practicar sexo salvaje?
En fin, chicas,
menos mal que siempre nos quedará el cine, porque el MACHO ALFA en realidad
siempre fuimos NOSOTRAS.
Este artículo me ha encantado estoy totalmente de acuerdo contigo, es verdad que el macho alfa no existe pero por lo menos lo que tenemos no está mal, podía ser peor 😜
ResponderEliminarSí que existe, Isa. Pero lo paradójico es que quizás haya más mujeres que hombres que lo son.
EliminarGran verdad verdadera ya que el ser humano está regido por creencias dependiendo de la cuna o la tribu o sociedad a la que pertezca. Es evidente y afortunado que esas creencias somos los únicos que podemos cambiarlas empezando por nosotros mismos y así salvar a nuestra descendencia.📦♥
ResponderEliminarGracias por tu comentario tan currado. Un saludo, Yolanda.
ResponderEliminarMe imagino yo ese momento: Te doy un un bofetón y subo las escaleras contigo al hombro y pensando...soy el MACHO IBERICO y tú toda felicidad pensando..."ESTE ES MI HOMBRE"....
ResponderEliminarDespierta Cenicienta si eso ocurriese me partirías los morros tú a mí.