Se despertó de la siesta y se liberó de las garras de su sillón-relax. Una fuerza irracional le condujo hacia la nevera, que no solía fallarle en los momentos de bajón. Ésta atesoraba las sobras de la Noche Buena: la carrillada en salsa de su cuñada, los gambones, el queso curado cortado en triángulos, la sopa de mariscos, las toreras, los pepinillos, el jamón… Poseído por un instinto de supervivencia ancestral, hurgó en el compartimento inferior, donde solía guardar lo que no cabía en la parte de arriba y descubrió una bolsa, que no había sido abierta. Como el que abre un regalo de Papá Noel, rompió el plástico, ansioso por averiguar de qué manjar se trataba. Allí estaban los patés de la tía Inés, comprados en la sección Gourmet del Corte Inglés, cada uno en su frasco correspondiente. De pato, de boletus, de trufa, de perdiz roja… A continuación, buscó la bandeja más grande, dispuso varios platos hondos y los llenó con todo cuanto había sobrado de la cena, acompañándolo de su pan de nueces preferido y regañás de aceite de oliva, ideales para acompañar las viandas y los cremosos y exclusivos patés.
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miércoles, 3 de enero de 2024
EL DÍA DESPUÉS
domingo, 31 de diciembre de 2023
QUE NOS ATROPELLE UN TREN
viernes, 14 de julio de 2023
SEGUIR ESCRIBIENDO
Voy a seguir escribiendo, porque el atardecer es más bello junto al calor de la tinta y porque, al cerrar los ojos, arden mil historias en mis dedos.
Voy a seguir escribiendo, porque prefiero la intimidad de un cuaderno, al ruido de una fiesta tumultuosa y porque en lo más profundo, la vida no es leída, si no se moldea con el torno imprevisible del grafito.
Voy a seguir escribiendo, porque la escritura es esa otra dimensión de mí misma, que me divide y multiplica, cuando hundo la mina en el fragor del folio.
Voy a seguir escribiendo, aunque pierda autobuses, se me pasen las paradas y ese tiempo no lo dedique a otros quehaceres más rentables.
Voy a seguir escribiendo, porque no existen las casualidades y porque todo cuanto me digo a través de una pluma se convierte en mañana y en otra cosa distinta.
Voy a seguir escribiendo, porque lo que escribo supera con creces todo cuanto pueda decir y porque escribir me ayuda a conocerme y a comprender al otro, por muy lejos que se encuentre.
Voy a seguir escribiendo, porque es la única forma de que el tiempo se detenga, que los pájaros canten y que vuelvan las oscuras golondrinas.
Voy a seguir escribiendo, porque cada vez que lo hago, mis pies dejan de tocar el suelo, las musas me despiertan por las noches y el tiempo no existe cuando los renglones me invitan a saltar al vacío.
Voy a seguir escribiendo, porque las palabras me conectan con la gente, dibujan lianas invisibles y excavan en lo más profundo, recuperando perlas celestes de mi inconsciente.
Voy a seguir escribiendo, porque es la mejor manera de no huir de mí misma y de hacerle frente a la imparable bola de nieve que es mi vida.
Voy a seguir escribiendo, cuando la escarcha de los años inmovilice mis manos, ya no sea dueña de mi cuerpo y cuando me convierta en polvareda del camino.
Lo haré con la ayuda de los ángeles, desde cualquier rincón del universo.
miércoles, 8 de marzo de 2023
EL DÍA QUE NO FUI A CLASE
El día que no fui a clase, se armó la marimorena,
me tocó fregar los platos; después, preparar la cena.
Aquel día en que falté, decidí no creer en mí,
amparándome en “amigas” que apoyaban mi desliz.
El día que no fui a clase, puse la tele muy alta,
me di una ducha muy fría y dormí sin poner la alarma.
Aquel día en que falté, estrenaban una serie que no me quería perder:
la vida de otra persona, el sueño de otra mujer.
El día que no fui a clase, alguien decidió por mí
lo que tenía que comer, cómo tenía que vestir…
Aquel día en que falté, cambié mi primer trabajo
por uno de 12 horas seguidas y sin descanso.
El día que no fui a clase, me endosaron los cuidados,
primero vino el abuelo, el suegro, el tío Genaro…
Aquel día en que falté, empecé a estar mal pagada
y a desear la propina de quien de mí se apiadaba.
El día que no fui a clase, perdí sin saber el tren,
ese que tanto corría:
el tren de la libertad y el de la sabiduría.
Aquel día en que falté, aprendí a chapurrear,
a mentir en el currículum y a decir “je ne sais pas”.
El día que no fui a clase, alguien me pagó la cena,
me pidieron matrimonio y me preñé a la primera.
Aquel día en que falté, las páginas de mis libros se mancharon de azafrán,
más tarde, de lamparones de papilla y de Prozac.
El día que no fui a clase, aprendí a desaprender
lo que pude haber sabido y jamás nunca sabré.
Aquel día en que falté,
empecé a sentir envidia de mis otros compañeros;
puede que ellos consigan llegar donde yo no puedo.
domingo, 22 de enero de 2023
14 DE FEBRERO
Ayer me regalaron rosas y me llevaron a cenar a la luz de las velas. Los niños se quedaron con mi madre, no sin antes prometerme que harían todos los deberes, que se cepillarían los dientes y se acostarían temprano. El camarero me llamó "señora", llenó mi copa y retiró mi plato. Luego me obsequió con una interminable lista de postres, retiró mi silla y me dejó pasar primero.
Cuando llegué a casa, la lavadora había terminado y en el lavadero se agolpaban los platos sucios del almuerzo y el desayuno. Al meterme en la cama, el dolor y el cansancio se apoderaron de mi cuerpo. Al día siguiente, me esperaba otra doble jornada.
viernes, 5 de agosto de 2022
UN PLÁCIDO DÍA DE PLAYA
—Mamá, ¿puedo llevarme el spinner?
—¿Qué vas a hacer con el spinner en la playa? Si en la arena no gira.
—¿Y mi barco de Lego?
—Cómo vas a llevarte el barco de Lego, para que se te estropee o pierdas alguna pieza.
—¿Le pregunto a papá?
—Haz lo que quieras.
Zanja la madre, al tiempo que organiza las fiambreras dentro de una bolsa de playa tamaño XL y se cerciora de que no falta nada. La ensalada de pasta, los filetes empanados, la media sandía, el tinto de verano de Roberto, el puro habano de después de comer, guardado en su funda, y un buen trozo de su bizcocho preferido. Rosa no recuerda cuántos años lleva haciéndole el mismo bizcocho, cada vez que van a la playa. Ni acordarse quiere de aquel día en que se le olvidó en la nevera y tuvieron que volverse desde Chilches. A Roberto le gustaba tanto, que si le faltaba algún ingrediente, lo notaba enseguida.
Agosto lanzaba toda su artillería con días de terral, bochorno y temperaturas que hacían temblar el mercurio. Qué mejor que un día de playa para que los niños se esparzan y disfruten.
—Mamá, Pablito no me deja.
—Pablito, deja a tu hermana y ve a ponerte el bañador, que te lo he puesto encima de la cama. Y tú, ¿qué haces todavía con el pijama puesto?
—Es que mis amigas no me dejan, nada más hacen mandarme Wasaps. Por cierto, ¿se puede venir Claudia? Es que me ha dicho que sus padres se van a una barbacoa y ella allí se aburre.
—Tú sabes que por mí, sí. Tendrás que convencer a tu padre, ya sabes lo que opina al respecto.
—Sí, que nuestro coche no es el autobús escolar y nosotros no somos una ONG.
En el garaje de casa, Roberto pone a punto su Volkswagen Golf y para ello, no duda en rodearlo una y otra vez, cerciorándose de que los espejos están bien alineados, las ruedas tienen la presión correcta y la superficie del salpicadero está despejada y reluciente.
—Papá, que dice mamá que no puedo llevarme mi barco de Lego. Me ha dicho que te pregunte.
—Para tonterías estoy yo, para un día libre que tengo. Anda, dile a la chochona de tu madre que en veinte minutos salimos. Y el que no esté metido en el coche, aquí se queda. No estoy dispuesto a comerme la caravana de domingueros.
Es ahora Marina la que entra en el garaje.
—¿No me vais a dejar ni un rato tranquilo, eh?
—Papá, ¿se puede venir Claudia? Mamá me ha dicho que sí.
—Ya estamos. Ya sabía yo que me ibais a dar el domingo. Claro, a tu madre le da igual uno más que uno menos, como ella no tiene que conducir y le importa un pimiento que me llenen el coche de arena.
—¿Se viene entonces?
—Corre y veme al quiosco a por un paquete de cigarros y procura que no te engañen con la vuelta.
Cuando faltan cinco minutos para salir, Rosa pega en la puerta del baño.
—Marina, ¿has visto la hora que es? Ya sabes cómo se pone papá, acuérdate de la última vez.
—Estoy depilándome, ya termino.
Rosa se detiene un breve instante en el espejo del pasillo, se desabrocha el botón superior del vestido y acaricia con su mano derecha unos moretones que amenazan con rozarle el cuello. Luego se lo vuelve a abrochar. Entre tanto, su hija sale del baño.
—Mamá, te vas a asar con ese vestido. ¿Hoy tampoco te vas a bañar?
—Ya sabes lo mal que me pongo con la regla.
—Siempre dices lo mismo. Pues que sepas que todas las madres de mis amigas se bañan menos tú.
Cuando dan las diez, están todos en el coche, menos Roberto, que está cerrando la puerta del garaje.
—Mamá, ¿has echado mi pelota azul?
Pregunta Pablito, de repente.
—No sé, pero reza para que no pillemos caravana.
jueves, 12 de mayo de 2022
MATAR AL AMOR
pongámosle Netflix por las noches,
mucha sinceridad y confianza,
que permanezca estable, bien tranquilo.
Que no quede ni un ápice de aquel escalofrío,
que nos hizo temblar en el vacío.
Hagámosle un buen nido,
llenémosle la casa de chiquillos,
que no quede un resquicio, un escudriño,
¡Matemos al amor, cariño!
EL DÍA DESPUÉS
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Cambiar el mundo es muy difícil porque el cambio ha de empezar por nosotros mismos. Basta que hagamos o dejemos de hacer lo que la mayoría d...
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Dedico este relato epistolar a Antonia Jiménez, mi madre. Hola, mamá: Hoy hace trece años que te fuiste. No nos despedi...